El argentino Matías Jesús Almeyda parece destinado a derrumbar todos los mitos del fútbol moderno. En 2009, tras estar cuatro años retirado, volvió a la actividad profesional inmerso en un mar de interrogantes. River Plate penaba en las últimas posiciones de la liga y la llegada del que muchos consideraban un gran ex jugador, con 35 años, no hacía más que alimentar las dudas sobre el futuro.

No obstante, quien supiera representar el pase más caro del fútbol argentino en 1996 mantenía firmes sus convicciones: “Me voy a comer a los chicos crudos”, anticipaba confiado. Dos años más tarde, el tiempo le ha dado la razón. De su mano, el Millonario pelea los primeros lugares del fútbol local y ya son varios los que han especulado con una nueva oportunidad en la selección nacional. Ajeno a esos pedidos, el capitán que defendió las camisetas de Sevilla, Lazio, Parma e Inter, entre otros, recibió a FIFA.com para dialogar de su particular carrera: el retiro, la depresión, su terapia y el presente soñado.

Matías, si bien su caso en el fútbol es muy particular, no es el único. Hay otros jugadores cercanos a los 40 que están brillando en sus países, como Rivaldo en Brasil. ¿Cómo se explica este fenómeno?
Pasa por las ganas que se le pongan a esta profesión. Cuando uno se va volviendo más grande y ve que le queda poco de fútbol, decide aprovechar cada minuto para disfrutar al máximo. En los casos que menciona, se trata de jugadores que hemos pasado por el fútbol europeo y por buenos clubes, pero todavía tenemos sentimiento hacia la pelota. Eso marca la diferencia.

¿Cuánto ha cambiado la profesión en estos años?
No sólo el fútbol… ¡la vida ha cambiado! El otro día se cumplieron 19 años de mi debut. Tenía 18 años y el hambre era otro. No estaba tan instalado el negocio como ahora: nuestro objetivo era jugar en primera y llegar a la selección. Hoy se mira más la parte económica, es contraproducente. Desaparece el hambre de gloria, las ganas de quedarse a entrenar más tiempo para mejorar. El fútbol es un fiel reflejo de cómo vivimos.

En sus primeras notas como futbolista, decía que quería retirarse joven…
¡Y lo hice! Me retiré a los 30 para dedicarme al campo. Pero con el tiempo me di cuenta que no me hacía feliz. No entendía nada del trabajo en el campo, sólo ir a comer asado y disfrutar con amigos y mi familia. Me llevó unos años darme cuenta, terminé vendiendo todas las vacas. La mayoría de los jugadores se retiran cuando el físico no les da más, pero yo me fui sabiendo que podía. Por suerte ahora pude volver y disfrutar cada momento.

¿Por qué quería retirarse tan joven? ¿Qué le molestaba del ambiente?
Muchas cosas, como el exitismo. Eso no van en mi vida, y el fútbol es exitismo puro. Si jugaste bien hoy, mañana todos hablan bien de vos, la gente en la calle te saluda de una manera particular. Pasa a ser todo falso, y eso me enfermaba.

Pero lejos de aliviarse con el retiro, lo padeció…
Caí en un pozo depresivo, no encontraba mi lugar en el mundo. Extrañaba el fútbol y no entendía por qué, si antes renegaba de todo lo que implicaba. Tenía la cabeza complicada y no encontraba fuerzas. Eso, no tenía fuerzas… hasta que por suerte empecé terapia.

¿Cómo decidió dar ese paso?
Evidentemente, empecé a transmitir esa forma negativa de enfrentar la vida a toda mi familia. Una de mis hijas estaba con problemas en el colegio, y la psicopedagoga le propuso un ejercicio: identificar a los miembros de su familia con un dibujo. A la mamá la hizo como una reina, a las hermanitas las dibujó con flores. Y a mí me hizo como un león viejo, tirado, aburrido y sin dientes… me dio un sacudón, porque me di cuenta que estaba dañando a mi familia. Ahí decidí ir a la psicóloga.

El ambiente del fútbol no parece muy abierto a este tipo de alternativas. ¿Coincide?
Yo analizo todo, y digo que el fútbol es como la política. A mucha gente le conviene que los jugadores sean ignorantes para poder distraerlos. No avivar a los jóvenes, digamos. Sin generalizar, en el fútbol hay mucha gente que no le hace bien al deporte, y el jugador no se da cuenta sino hasta que llega a una edad madura. A muchos no les conviene que tengamos los ojos abiertos.

¿En qué cosas puede servirle la terapia a un futbolista?
El fútbol es un pasaje en la vida, pero después queda un montón para vivir. Hay que preparar al jugador, formarlo como persona para que aprenda a manejarse solo. No puede ser que siempre esté pendiente de que alguien le pague las cuentas en el banco. Ese facilismo no sirve, y cuando dejás de jugar te das cuenta de que no sabés ni cómo sacar un pasaje de avión por tu cuenta. Te sentís un ignorante. Por eso creo hay que preparar al hombre más allá del deportista.

Si pudiera tomar un café con el Matías Almeyda que decidió retirarse joven, ¿qué le diría?
¡Le pegaría un par de trompadas! (ríe con fuerza) Hablando en serio, creo que las decisiones que tomé tuvieron sus motivos. No me arrepiento, aunque sé que regalé años de felicidad. En esa depresión que tuve, me hice daño y dañé a los demás. Evitaría esa parte, pero las decisiones están bien tomadas.

Hablando de decisiones, alguna vez dijo que el Sevilla se equivocó en ficharlo. ¿Fue así?
¡Yo creo que habían visto el vídeo de (Ariel) Ortega! (risas) Fue el pase récord de Argentina, abrió el mercado. Me habían visto en la Copa Libertadores y en los Juegos Olímpicos, donde había hecho un par de jugadas impresionantes. ¡Habrán pensado que jugaba de esa manera! Hasta me pusieron de enganche en los primeros partidos. Imaginen lo mal que estaba el Sevilla… (ríe de nuevo) Al segundo partido me insultaban todos, hasta los muertos. Pero me sirvió, me bajó a la tierra rápidamente.

¿Y cómo tomó la frustración en la Copa Mundial de la FIFA? ¿Fue la gran espina en la primera parte de su carrera?
Como pienso y veo la vida, digo que tuvo que ser así. Campeón hay uno solo, y Argentina sólo ganó dos veces en la historia: una como local y la otra con (Diego) Maradona, que era el Messi de hoy. Marcaba una gran diferencia. Pero después, la historia dice que no somos ganadores. Todos queremos ganar, nos duelen las derrotas y nos dejan manchas, pero fracaso es otra cosa. Las cosas hay que aceptarlas.

¿Disfruta más que antes en esta etapa?
Nunca disfruté tanto como ahora. Si me preguntan qué sentí en mi debut, no recuerdo mucho. Pero del día que volví a la actividad (ndr: el 30 de agosto de 2009, River se impuso 4-3 a Chacarita y Almeyda ingresó en el segundo tiempo) recuerdo todo: miraba a la gente en las tribunas, el cielo… ¡veía colores! Fue muy profundo, estaba lleno de sentimientos.

¿Qué sueños le quedan por cumplir en su carrera?
Quisiera salir campeón, lo disfrutaría con una felicidad enorme. ¡Pagaría por lograrlo! De lo contrario, me gustaría dejar a River en alguna copa internacional o, al menos, ayudarlo a volver al fútbol que nos gusta a todos los hinchas del club.

¿Y no le teme al nuevo retiro? ¿Trabajará como entrenador?
No le temo, ya no. Voy a ser entrenador, lo tengo definido, y continuaré con mi vida ligada al fútbol.

¿Se ve como seleccionador de Argentina a largo plazo?
Sí, claro. Voy a luchar por eso. ¡Siempre hay que soñar a lo grande!

Fuente: fifa.com