27/3/12
El día que Almeyda ascendió
Expedientes Pelado: en el 2008 dirigió su primer equipo, Los Castores, de la liga de Nordelta. Lo agarró en la B, y..."¿Vos sabés lo que es trabar una pelota y que 30 mil personas griten por vos? ¿Griten por vos? Rujan por vos. Imaginátelo, pensá: la pelota queda ahí, en la mitad, y el rival la va a buscar; el rival la va a buscar pero vos ya sabés que vas a llegar antes, que se la vas a ganar, y ese silencio, ese segundo de silencio que precede a la explosión, es espectacular. Entonces, pum, el rugido: 30 mil tipos gritando por vos. Mis domingos eran así. Todos mis domingos eran así. Cuando jugaba en la Lazio, en el Olímpico, era así, trabar, y que un estadio se levantara por mí, para mí. ¿Entendés lo que es sentir ese poder?”.Pero Almeyda ya no estaba en Roma, sino en el silencio que sucede a la explosión: el retiro. Su primer retiro. En Los Castores, su barrio de Nordelta, olvidado y jubilado, Matías Jesús Almeyda poblaba el día con tres actividades: llevar a sus hijas a la escuela, tomar mate y pensar. Corrían (gateaban, más que corrían, por la lenta desesperación) los primeros meses del 2008, dos años después de haber jugado en Noruega y uno antes de la furia de Fénix en la C: dos rojas en tres partidos. “Hasta que un día, de tanto vernos practicar, se ofreció como entrenador”, recuerda Osvaldo Brigante, socio de Buenos Aires Football y amigo del técnico de River, el segundo club en la carrera del León. El primero, Los Castores, de la Liga Senior de Nordelta. Ante la duda, el lector puede acercarse a Wikipedia, el nuevo tribunal de la verdad.“El primer entrenamiento lo frenó a los dos segundos. ‘Bueno, acá vamos a tener que aprender a jugar al fútbol’, nos dijo, y tenía razón”, recuerda Claudio Baranda, capitán del equipo y gerente comercial de la editorial Atlántida. Los Castores es un equipo de cuarentones y/o cincuentones con cargos y profesiones que exigen un buen saco, una mejor corbata, su birome dorada y empleados a los que aconsejar. “Una prueba para mí, porque no es fácil darle órdenes a gente que está acostumbrada a dar órdenes”, le contaba Almeyda, hace un semestre, a Olé . “Además, Los Castores me ayudó a descubrirme: mientras en la cancha había sido temperamental, afuera conocí un entrenador tranquilo, un tipo que jamás competiría con el jugador. Algunos técnicos viven a los gritos. En Los Castores supe que yo no sería así”.Y en Los Castores supo, también, cuál sería su pretensión: el 4-3-1-2. “Siempre nos decía eso: ‘Si algún día soy entrenador, intentaré jugar con ese dibujo’. De hecho, yo era el 10”, dice Baranda, estirando su sonrisa hasta el pudor. Con Almeyda, Los Castores pasó de ser un equipo que se bamboleaba entre derrotas justas, victorias insólitas y el anonimato de los puestos de la mitad, a un equipo “que se ordenó, que aprendió a jugar a dos toques y que un día se encontró peleando el campeonato”, según Brigante. “El campeonato, bueh: el ascenso, en realidad”.Porque Los Castores, primer equipo dirigido por Matías Jesús Almeyda, estaba en la B.“Y nos pasaba más o menos como a River ahora, porque los rivales veían a Matías y jugaban el partido de su vida. La joda era poder decir: ‘Yo le gané a Almeyda’”, subraya Roberto De Mori, fullback de los de antes, principalmente por la edad, aunque los rivales le apuntaban al cura y le acertaban al campanario: Los Castores perdió un solo partido en la B. “Y Matías no tenía piedad -Baranda, dixit-. Una vez ganábamos 6-0 y había cinco suplentes. ‘Matías, hacé cambios’, le dije, para jugar todos. ‘No, dejá. Ocho a cero les quiero ganar’”. En la historia antes de la historia, Los Castores ascendió en la última jornada. Jugaban Banco Provincia contra Barrancas del Lago, mientras Los Castores esperaba, con fecha libre, la hora del campeón. El equipo ascendió, celebró, y la historia que viajó por debajo de esta historia fue la que Almeyda tanto contó, exorcizando su dolor: “En un dibujo para la escuela, mi nena me dibujó como un león triste, cansado”. Los Castores le recordó cómo debía rugir un verdadero león.
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