Almeyda aguantó como pudo y salió casi llorando del vestuario: hoy le harán estudios y si está desgarrado se perderá el final del torneo.
Almeyda es el símbolo de este River.
Símbolo de la confusión y el desorden cuando en vez de retroceder y esperar cerca de los zagueros, quiere anticipar a Damián Díaz, no llega y el 10 arma la jugada del 1-0.
Símbolo de la lucha y la entrega cuando cruza como líbero, recupera e inicia la jugada del empate.
Símbolo del contagio de los hinchas que se envalentonan cuando discute con Moreno y Fabianesi o con el Bichi Fuertes.
Matías Almeyda resume todas las sensaciones que definen a este River que por momentos se arrastra, que parece estar roto, casi desgarrado.
“Me tiró”, contó con muchísimo dolor a la salida del vestuario. Esa mezcla del padecimiento físico con el del corazón provocaba que algunas lágrimas asomaran de sus ojos mientras rengueaba. El Pelado no da más. Está al límite, no sólo de amarillas. Físicamente, sus 37 años se hacen sentir. En Bahía Blanca, una semana atrás, pidió el cambio para no romperse. Anoche aguantó los 90 minutos como pudo, moviéndose lo justo y necesario a pesar de que en el segundo tiempo estuvo más solo que nunca, agarrándose el aductor izquierdo queriendo tener una mano sanadora que lo ayudara a aflojar el dolor.
La semana sin entrenarse en el campo sino trabajando duro en el consultorio con los kinesiólogos le pasó factura. “Juego como sea”, le dijo a Jota Jota y se notó que estaba arriesgando. Pero su presencia era fundamental, más aún cuando Acevedo debía cumplir una fecha de suspensión. Ahora, una ecografía definirá su futuro. Si se confirma el diagnóstico menos deseado (un desgarro), Almeyda se habrá despedido de este Clausura e, incluso, podría quedarse afuera de la hipotética Promoción.
Símbolo de este River, el Pelado está tocado. Tambalea, vive al límite y reza, implora, suplica que no le digan hundido...
Fuente: Diario Olé
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