Esas imágenes finales ante Godoy Cruz en Mendoza ratificaron su compromiso. Ese hombro izquierdo dolorido y casi inmóvil con el que terminó el partido (a lo Tata Brown en México 86) y el jeringazo del doctor Seveso para calmar el dolor mostraron que va a costar sacar a Matías Almeyda de la cancha. Y ayer, de alguna manera quedó comprobado.
Durante toda la mañana de ayer, el Pelado hizo kinesiología y antes de irse, ya bañado y cambiado, salio del vestuario en jean y camisa para participar de una charla de Astrada con los jugadores. El Jefe apuntó al futuro inmediato, a no bajar los brazos en las cuatro fechas que quedan, en seguir buscando levantar de una buena vez el sábado mismo ante Estudiantes, partido que Almeyda no quiere perderse.
Y eso que el hombro todavía le molesta y ayer a la tardecita fue a hacerse una serie de estudios. Pero... "Le tienen que pegar un tiro para que no juegue. No se pierde un partido por nada del mundo", le contó a Olé un allegado al jugador sobre el pensamiento de este hombre que disfruta cada momento en su vuelta al fútbol más allá de las dificultades.
Esta situación ubica a Almeyda como un verdadero líder, actúa en consecuencia y marca el camino para los demás: no caerse ni siquiera en los peores momentos. Por eso cada día que pasa es más escuchado en el vestuario y esos más chicos que no lo habían visto jugar (hasta lo felicitaron tras verlo en Youtube) hoy comprueban que no de casualidad jugó en Europa y la Selección.
Es cierto que sufrió un quiebre emocional tras su retiro, pero trabajó y trabaja sobre eso y entonces es capaz de transformarse en una de las insólitas revelaciónes del año. Almeyda resiste y, más que nunca, pone el hombro.
Fuente: Diario Olé
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