19/10/09

"Con tal de jugar el clásico, le pido los guantes a Vega"

En la primera fue con un tremendo topetazo. El golpe lo sufrió la mascota humana de Motomel, que andaba por ahí, bailando como el Señor Televisor de la Ola Verde, cuando Matías Almeyda, concentradísimo, se alejó de la clásica foto con el equipo. En los 90 minutos posteriores a este bizarro accidente, el Pelado no volvió a pegar. Sólo se le contó una falta más. Completó con pericia sus dos partidos: el de ayer y el del próximo domingo, ya que corría el riesgo de quedar afuera por las cuatro amarillas que acumulaba. "El superclásico ya lo empecé a vivir. Puede ser el último de mi carrera", aseguró aun antes de dejar Parque Patricios.

¿Quedaban dudas de sus ganas de estar en la fecha 10? No. "Con tal de jugar contra Boca, le sacó los guantes a Vega".

Ayer, por lo pronto, le sacó el puesto a unos cuantos zagueros que venían llenando de dudas y de errores a una alicaída defensa. Justificó la decisión de Astrada de mandarlo a un rincón heterodoxo en su libreto. Y dejó una pregunta abierta. ¿Seguirá en la cueva para marcar, por ejemplo, a Palermo? "No sé. Yo me sentí muy cómodo. Si Leo me dice jugá acá, juego acá; si me tengo que quedar afuera, me quedo afuera. Soy positivo y estoy para sumar. Pero ahora es el técnico el que verá en qué lugar puedo ser más útil". El técnico, justamente, no dio pistas: "Para nosotros es importante saber que podemos contar con él de volante o de central".

Tan sólido fue su trabajo que nunca quedó mal parado. Sólo Nieto, en una jugada excepcional, se le dio vuelta. Es cierto que Huracán abusó del tiro de media distancia y pocas veces apostó al pase en cortada a la espalda de los centrales, pero el Pelado regaló suficiencia cada vez que fue a apretar a un rival. Oficio, por caso, se le llama a la manera en que acorraló a Orlando, cerca del córner, para luego salir jugando como en una práctica.

Pero la perlita se la guardó para el minuto 17 del segundo tiempo. Hubo un pase de Díaz, un disparo de Trecarichi, un rebote de Vega y un hueco oceánico para el cabezazo de Alan Sánchez. También hubo una barrida extraordinaria de Almeyda, quien sacó la pelota junto al palo. A esa altura ya se lo veía cansadísimo. Boqueaba. Se agachaba para buscar ese aire que le faltaba en todo el cuerpo. Pedía agua. Y desmostraba que, ciertamente, hoy hasta se le animaría a los guantes del Indio.

Fuente: Diario Olé

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