26/10/09

"Era para 3-0"

Los hinchas de River, tan optimistas en la pasión como ariscos para ponerse de acuerdo, no supieron en ese final si festejar, si renegar, si distenderse o si seguir esperando un milagro de los dioses del fútbol. Cantaron por inercia ante un partido que no dejó ganadores ni perdedores. Pero desde bien adentro del vestuario, en cambio, el resumen conceptual fue unívoco. De ahí salió un triunfador moral. O, más bien, una goleada de merecimientos: los jugadores de Astrada entendieron que fueron muy superiores a los players de Basile. "Era para 3-0", dijeron Almeyda, Abelairas y compañía.

"En el primer tiempo nos tuvimos que ir con una gran diferencia, por todo lo que generamos", abrió el fuego el Pelado. "Nosotros tenemos muchas más cosas positivas para destacar que ellos", se prendió el Pitu. "El partido lo podríamos haber ganado tranquilamente", agregó Vega. "Se jugó como queríamos", aportó Buonanotte. "Me voy contento porque se dejó todo como para darle una alegría a la gente", opinó Astrada. Y, abrazado como siempre a su camisa, Hernán Díaz le dio la derecha: "Hubo una gran entrega".

O sea, coincidencia total. Nadie se hizo cargo de ese "te fuiste atrás en el segundo tiempo". Todos se dieron por ganadores. Pero detrás de ese razonamiento hubo otra sensación. La bronca. Mucha bronca. "Bronca porque teníamos el partido", dijo Almeyda. "Porque seguimos errando", dijo Buonanotte. "Porque ellos nos llegaron dos veces", dijo Vega. Y también dijeron lo suyo los otros que acaban de observar las repeticiones en el 20 pulgadas del vestuario Angel Amadeo Labruna.

Esos mismos que, minutos atrás, lamentaban el gol de Boca. El que más se agarraba la cabeza, a lo Bilardo en la película Héroes, era Vega. "Es que Palermo le pegó mal. Si le pegaba bien, iba para donde estaba yo", indicó el arquero, que a esa altura de la jornada había confirmado que era imposible que el hombre de las cosas raras no hiciera una rareza en la tarde en que se estrenó una rara máscara. "La pelota siempre le queda ahí".

En rigor, el enemigo externo que encontraron en River fue el cúmulo de opiniones previas que daban a Boca como favorito. Por ahí también hubo descarga.

Pero la mayor descarga fue interior. No hubo despedidas como en otras recientes tardes. River le dio descanso a la vergüenza. Y sus players, al sentimiento común de perder. Ayer, dicen, ganaron.

Fuente: Diario Olé

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